LA FIESTA ESTÁ VIVA

Por: Rafael Cué*

Hoy, hace 41 años, vino al mundo el madrileño Julián López, El Juli. Sin duda nació torero, él mismo en interesante entrevista en Onetoro.tv declaró: “Desde que tengo uso de razón soy torero”. Y seguirá siendo torero, máxima figura del pasado cuarto de siglo.

Julián López, El Juli, está dentro de los diez más grandes de la historia de esta cultura que cuenta ya con más de cinco siglos. Encaja en esa lista, se utilicen los criterios que se quieran utilizar: capacidad, inteligencia dentro y fuera del ruedo, manejo de medios, poder de convocatoria, ídolo de masas, mandón en los despachos, influyente en los ganaderos y en el desarrollo de la embestida de sus toros, artista, pero sobre todo torero de raza y amor propio por encima de cualquier virtud, que tiene muchas.

El jueves 27 de julio anunciaba su retiro de los toros, indefinido, pero no definitivo, el martes primero de agosto publiqué en este espacio un primer texto sobre el gran maestro. Dos meses después ha llegado la fecha del emotivo fin de semana que tuvo al mundo del toro pendiente de sus últimas dos tardes en esta etapa de su carrera, 25 años en la cima mundial del toreo. Madrid, el sábado, y Sevilla, el domingo, fueron los escenarios de este adiós emocionante, conmovedor, pero nunca con el extraño sentido de tristeza del que se va, sino una ratificación absoluta de admiración por quien así lo ha decidido, con máxima categoría, a partir de ayer entregado a los suyos, en agradecimiento al inmenso sacrificio y complejidad que supone vivir alrededor de un genio, que asumió su condición de figura sin cortapisas, con todos los beneficios y aspectos negativos que significa serlo. Esto habla de su generosidad, la misma que tuvo con el toro y su mundo, ahora quiere devolverles a los suyos, su mujer y sus hijos, sus padres, hermanos, amigos y gente de confianza.

La historia irá poniendo en su lugar el legado, que va más allá de cifras y marcas. Julián López, El Juli, ha dejado su tauromaquia y trayectoria como testigo de la grandeza de ser figura del toreo. El inmenso sacrificio en busca de un sueño a finales de los años 90 con su viaje a México. Su consolidación como novillero puntero, su alternativa de máxima categoría y el proceso de ser figura desde aquel 18 de septiembre de 1998, en el que estando por cumplir 16 años, se convirtió en doctor en tauromaquia.

Hablemos hoy del Juli torero. Diestro de tremenda raza y valor que impulsaron una técnica bien aprendida e intuitiva a la vez. Torero de los tres tercios, bullidor, pero de buenas maneras, de zapatillas plantadas y trazo profundo de muleta, vistosidad con el capote y contundencia con la espada.

Tras los primeros años en el escalafón mayor y ocupando su sitio sin que nadie le regalara nada, comenzó a aflorar el artista. El hombre, cuya necesidad de expresar lo que llevaba dentro se ocupó de convivir con el torero, ídolo de masas, que necesitaba torear como él quería torear. Dejó las banderillas, aguantó la presión de un público al que cautivó y llevó a los tendidos. Mismo público que supo esperarle y creyó en él para ir descubriendo un magnífico torero. Comenzó a faltarle toro, su poder rebasaba las embestidas y como figura y apasionado de la bravura seleccionó algunos ganaderos, para juntos crear un toro más exigente, nunca más fácil, siempre más bravo. Aquí uno de los atributos de las figuras totales del toreo, la influencia en el toro, en su desarrollo, morfología, embestida y bravura.

Alternó con los consagrados y supo ocupar su sitio en la cima, una vez ahí no rehuyó alternar con nadie, habrá quien diga que sí, pero en el toreo la contundencia siempre triunfa. Lidió prácticamente todos los encastes, siempre con la intención de buscar en los encierros bravura y ciertas garantías lógicas de su condición. Mandar en el toreo requiere inteligencia.

El sábado salió por la Puerta Grande de Madrid, un Madrid que pocas veces estuvo a la altura, que no lo pudo tumbar y se tuvo que rendir. Sevilla sí lo supo ver, sentir y entender. De ahí salió andando, con una sonrisa de plenitud, sin suerte en el sorteo de una de las mejores ganaderías españolas, así es el toreo. Queda abierto un capítulo de esta historia en la que El Juli no debe nada. Nosotros le debemos el orgullo de ser aficionados en la época de su reinado, un honor maestro, feliz cumpleaños.

X (antes Twitter): @rafaelcue

*Artículo escrito para el diario El Financiero, reproducido por voluntad del autor en Intelisport.