LA FIESTA ESTÁ VIVA

Por: Rafael Cué*

En México no sé por qué nos cuesta trabajo reconocer lo nuestro, sabernos capacitados para decir esto sí o esto no. Consideramos que el orgullo y sensatez pueden confundirse con falta de humildad o petulante orgullo. Por alguna extraña razón necesitamos que la aprobación venga de fuera, del extranjero, en prácticamente cualquier ámbito profesional o artístico.

Difícilmente somos capaces de valorar en su total magnitud lo nuestro, hasta que no sale al extranjero, triunfa y vuelve. Es como si no tuviésemos autoridad moral para definir lo valioso y atesorar nuestro talento. Somos malinchistas, debemos aceptarlo y sobre todo debemos cambiarlo.

En el toreo no es distinta la situación, si bien es evidente que España es la potencia dentro de esta cultura e industria, aquí no hemos sido capaces de crear una estructura taurina sólida, cien por ciento autosuficiente. Es común escuchar que para que una feria tenga categoría son necesarios extranjeros, en mi opinión y llevo años diciéndolo, los extranjeros deben ser lujos que nuestra fiesta ofrezca. Las figuras mundiales del toreo, los toreros que por sus hazañas en ruedos europeos despierten interés en ferias mexicanas y que vengan a competir con los nuestros.

No quiero que se vaya a interpretar esta nota como un manifiesto patriotero, en absoluto, yo disfruto de ver a todos los toreros, vivimos una época de oro en el toreo con diestros de capacidad taurina y artística poco antes vistas en una sola generación. El mensaje de esta reflexión es que sepamos aquilatar a los nuestros, sin necesitar que los avalen en Europa. Quitémonos ya la obsesión de abrir la Puerta Grande para tener nivel taurino. Esas puertas tarde o temprano se abrirán, y será más pronto si a los nuestros se les brindan más oportunidades en Madrid, con muy pocas han estado muy cerca de hacerlo, incluso no se ha dado por que los jueces de plaza —presidentes—, en Madrid son realmente malos.

El domingo pasado, Leo Valadez, honró al toreo mexicano y lo elevó al estrato de la admiración por parte de los hispanos. Desde chavalillo, el hidrocálido mostró y demostró aptitudes. Asumió la vocación y la responsabilidad de recibir el apoyo total por parte de su casa de apoderamiento, Espectáculos Monterrey, justo es reconocerlo que son diez años de apoyo, sin regalar nada, en el toreo nada es gratis.

En el inmenso ruedo venteño, Leo tuvo en suerte a un gran toro de nombre “Tramallo” del hierro de Fuente Ymbro, ganadería que cría al toro serio y busca la embestida de bravura emocionante, humillando y transmitiendo el evidente peligro de un toro bravo. El astado reunió muchas cualidades en su embestida y Valadez lo supo ver y aprovechar desde un principio.

El lenguaje corporal de Leo durante toda la corrida fue el de un torero cuajado pese a su corta edad. Tiene el valor sobrado para ejecutar el buen toreo que siempre viene acompañado de una cabeza privilegiada para entender las condiciones de los toros y adelantarse en los procedimientos lidiadores para aprovecharlos. Demostró buen gusto y clasicismo en la faena de muleta. Empaque y torería desde el inicio, pasándose al bravo astado muy cerca y dominándolo con temple y mano muy baja. Fue la suya una actuación completa, de torero maduro y seguro de sí mismo. La madurez torera que no es otra cosa que el momento en que los toreros florecen a potencializar su máxima capacidad, dada la edad y talento de Leo, esto puede ser realmente importante.

Una vez cuajada la gran faena, se fue tras la espada como un león, pero con cabeza. Petición unánime y el merecido premio de una oreja. Para abrir la Puerta Grande se necesitan dos y estaba Leo ya a la mitad de cumplir el sueño, no como valoración a la tauromaquia mexicana, sino como recompensa al esfuerzo y sacrificio que desde niño él se ha impuesto para conseguir un sueño.

Con las manos sudorosas esperamos la salida del sexto toro de la función, otro imponente astado que inició violento pero que gracias al buen trato que Leo le brindó comenzó a hacer las cosas bien y alimentarnos la ilusión de ver consagrarse a un gran torero mexicano. Desgraciadamente en banderillas el toro se estrelló con la barrera quedando mermado en sus embestidas para el tercio de muleta. Leo estuvo bien con él, pero dada la condición del astado el lucimiento no alcanzó premio.

Esta gran tarde de Valadez viene a ratificar la estupenda baraja taurina mexicana, suficiente para estructurar una industria sólida con base en lo atractivo de los carteles ofrecidos a la afición mexicana. Son más de doce nombres nacionales que están a nivel de competir con cualquiera, lo primero que debemos hacer es ponerlos a competir entre ellos.

Mañana regresa a Las Ventas uno de los grandes de México, El Payo, que tras ocho años de ausencia sueña poder mostrarse como el gran artista que es. Torero estético y profundo, clásico y maduro. Deseo que la corrida de Algarra se preste para que el queretano tenga el placer de torear un toro como él gusta, en la feria más importante del mundo, San Isidro.

Twitter: @rafaelcue

*Artículo escrito para el diario El Financiero, reproducido por voluntad del autor en Intelisport.