AL LARGUERO

Por: Alejandro Tovar Medina

Articulista invitado

En nuestra cuenta con réditos emocionales, uno mira que hay dos caminos para el futbol; uno, el que es sostenido por la incertidumbre y dos, el que se viste con el traje del drama y del ego. El segundo lo ejecutó Gianni Infantino (55), el líder de FIFA que en el sorteo del Mundial de 2026 le otorgó a Mr. Trump El “Premio de la paz”. Fue el encuentro de dos ególatras profesionales con el futbol del mundo y su auditorio millonario a sus pies. Como coronar a un rey de nuestro tiempo.

¿Nosotros estaremos viviendo lejos de lo que importa? Los comunes nos damos cuenta de que el futbol es primero una industria, un negocio, y luego un deporte de proporciones gigantes. Los expertos consideran que el próximo Mundial dejará un beneficio de 9 mil millones de dólares, así que, para el pueblo, cambiar será una necesidad emocional y para FIFA, una fábrica de dinero.

La televisión y las redes están destinadas para tener cautiva nuestra atención y se encargan de apartarse de la crítica fuerte, de incrementar el fervor patrio para recordarnos lo especial que somos al tener un tercer Mundial en casa, pero nadie dice que nos darán partidos chatarra a precios de oro. Las potencias estarán en USA, haciendo dólares. Toda una conspiración del silencio.

Recorriendo atajos sin desfallecer, se nota que a Doña Claudia no le sobran atributos, pero sí asesores, quienes le aconsejan que no vaya a la inauguración (México-Sudáfrica) el 11 de junio, para evitar lo que le sucedió en 1970 a don Gustavo Díaz Ordaz, y a don Miguel de la Madrid en 1986, al dar la declaratorio inaugural de esas contiendas. Una rechifla espectacular. Al primero por el recuerdo de la masacre de 1968 en Tlatelolco y, al segundo, por su lenta intervención en los terribles temblores de 1985. La TV bajó el sonido todo lo que pudo en su trasmisión, los locutores nada dijeron, y al otro día, ninguno de los medios, de ningún tipo, mencionó el penoso caso. 

En México el pueblo vive víctima de una fatiga permanente, con la sensación de que las pesadillas nunca terminan. Por ello, es mejor reinventarse a sí mismo, transeúnte y marginal. El autor nos encuentra, de acuerdo con nuestro estilo de vida, como alumnos de Lee Strasberg (1901-1982) ucraniano de origen que fue actor, productor, director, pero, sobre todo, maestro de figuras como Al Pacino, Robert de Niro, Paul Newman, Dustin Hoffman, Jack Nicholson, Steve Mc Queen, con el método que lleva su nombre y que relaciona a sus actores con pequeños gestos, que les dan una identidad. Son gente de mirada penetrante, de movimientos propios de un mago ingenioso.

Siempre hay que dejar espacio para la imaginación, pero sin exagerar. Una voz sabia, coloquial y fácil nos dice que a los viejos les tocó Pelé, después Kempes, Cruyff y Beckenbauer; vino igual Maradona, luego Dibu, Mac Allister, Messi, tantos grandes astros. Los que siguen son Vinicius, Pedri, Julián Álvarez, Lamine Yamal, etc. A nosotros nos toca soñar y ver a todos por la televisión. Lee Strasberg hizo el papel de Hyman Roth en El Padrino II, con una actuación singular, un protagónico de movimientos ligeros, detalles variados en la mirada y, en la voz propia de su papel de hombre enfermo, levantaba la cabeza y sentenciaba cuando hablaba con Michael Corleone (Al Pacino). Todo eso, como el futbol mismo, nos lleva a creer que regresamos a lugares comunes de felices tiempos pasados, porque cuando te asaltan las ideas propias de locuras personales, recordando jugadas, goles y personas, es como retraer vivencias amorosas. Son ideas que de repente escapan por atajos nuevos, y uno se cree caminando en busques de abetos y avellanos.

X (Antes Twitter): @Tovar1TV