LA FIESTA ESTÁ VIVA

Por: Rafael Cué*

Apellido ilustre en el mundo taurino de México y España, incrementó su linaje el sábado pasado con un nuevo matador de toros para la historia del toreo. En Huamantla, Tlaxcala, estado de toros y toreros, de cárdenos toros, haciendas y potreros que inspiran al sueño de emular las hazañas del Ranchero Aguilar, del Callao, del Pana, del Zapata y de muchos más; ha cumplido una meta un joven torero, hijo de matador de toros, sobrino de figura, de picadores, transportistas, empresarios, dueños de cuadras de pica y arrastre.

Alberto Ortega es ya la tercera generación tlaxcalteca con este apellido, dedicada en cuerpo y alma al toro, al toreo, a la cultura y a nuestras tradiciones.

Su abuelo, Othón Ortega Chávez, trabajó desde muy joven en la mítica ganadería tlaxcalteca de Piedras Negras, con el tiempo se hizo transportista de toros y así comenzó esta importante dinastía mexicana de profesionales del toreo.

Alberto, con el valor espartano de su padre del mismo nombre, con las aptitudes y actitud de su tío, figura del toreo, Rafael que en paz descanse, con la herencia para entender la vida por medio de los valores del toreo, desde el cuidado al toro hasta la atención en los detalles para organizar un festejo. Alberto, desde niño, tuvo clara su vocación, el toreo, y abrazó el sueño de convertirse en matador de toros.

El sábado 19, durante la tradicional corrida que cierra la feria de Huamantla, posterior a la suelta de toros por las calles de la ciudad, recibió Alberto el doctorado de manos de otro ilustre tlaxcalteca, El Zapata; como testigo, El Calita, ante toros de la ganadería guanajuatense de Marrón. Con más de tres cuartos de entrada, un éxito más de Feria Toro, la historia de los Ortega alcanza una página más en la tauromaquia mexicana.

Discreto y serio, Alberto se ha ido abriendo camino con su tauromaquia, basada primero en el valor y la decisión de quien debe suplir la falta de oficio con entrega absoluta ante el toro. Desde sus inicios demostró tener cualidades y posibilidades para funcionar en esta dura profesión. Supo aprovechar las oportunidades, su debut en la Plaza México fue impactante y desde entonces sus avances son evidentes. Formó parte del proyecto Campo para Novilleros creado e impulsado por los ganaderos de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia, donde en el campo en diversos tentaderos fue desarrollando el oficio, puesto a prueba en las novilladas de distintas ferias hasta verse en el momento de convertirse en matador de toros.

Cita que se cumplió el sábado pasado y que engruesa nuestra baraja de jóvenes matadores de toros con posibilidades de convertirse en ídolos y figuras del toreo. El camino es largo, hay que tener paciencia y una vocación a prueba de sangre y fuego. Alberto ha demostrado que la tiene. El hombre sabe escuchar, entiende el toreo y lo desarrolla. Vive rodeado de profesionales del toreo, del toro en el campo y cuenta con las facultades para trascender.

Orgullo de su tierra, de nuestra tauromaquia y de nuestra cultura que continúa aportando jóvenes de bien, artistas, hombres entregados a su profesión con la clara intención de alcanzar el éxito por la vía del trabajo, el sacrificio y la pasión.

Su toreo es una agradable combinación de la escuela tlaxcalteca del toreo. El valor como simiente, el conocimiento del comportamiento del toro y la libertad de expresión taurina. Torero moderno con las bases de lo tradicional. Un Ortega más en nuestra Fiesta, a quien deseo que los toros le embistan y lo respeten. Que no pierda nunca la ilusión de perseguir su sueño y que no dude de su capacidad para hacerlo.

En momentos de ataques feroces y cobardes a nuestra cultura, ésta aporta un símbolo más de lo que significa ser torero. Estamos de enhorabuena.

Twitter: @rafaelcue

*Artículo escrito para el diario El Financiero, reproducido por voluntad del autor en Intelisport.