LA FIESTA ESTÁ VIVA

Por: Rafael Cué*

La semana pasada tuve la oportunidad de visitar el Museo Británico en la ciudad de Londres. Maravillado por el imponente recinto que data de 1753; caminando por sus salas, admirando la vasta colección de piezas arqueológicas e históricas que despliegan en su clara museografía y la exquisitez de su curaduría, uno no puede mas que reflexionar de dónde viene y hacia dónde va.

La primera lección es recibida al entrar. El poder contactar con la historia del mundo, dentro de este maravilloso edificio, es totalmente gratis. Con elegancia y discreción, ambas cualidades inglesas, se invita a los visitantes a hacer una donación voluntaria. No se imagine a una persona pegada a uno durante el trayecto solicitando dinero. Sólo al inicio existen terminales de tarjeta de crédito o débito para depositar mediante dos sencillos toques. Prácticamente todo Londres, es una ciudad “cashless”, absolutamente todo se puede pagar con tarjeta de manera digital, incluso, el transporte público, camión y metro con el toque de la tarjeta se registra el cobro.

Desde ese momento uno comienza a reflexionar, ¿por qué aquí sí y en nuestro maravilloso México no?

Entiendo que podemos pensar que Europa nos lleva 500 años de ventaja como sociedad, pero creo que ya llevamos tiempo para emparejarnos, ¿no cree?

La respuesta o por lo menos mi reflexión radica en un solo aspecto: La educación, concepto que implica el honor, el orgullo. Una sociedad educada no está exenta de problemas complejos, no carece de injusticas y desigualdad pero, sin duda, genera respeto entre la mayoría de los ciudadanos y eso la convierte en una sociedad próspera en todos los sentidos.

Pero si bien, parece que esta entrega no tocará el tema taurino, los párrafos anteriores son una pequeña introducción a mi siguiente reflexión: La importancia del orgullo que cada pueblo mantiene tanto de sus fallos como en sus logros.

Comenzando el recorrido por el museo, en la parte prehistórica del mundo, el toro se me aparece. Encuentro testimonios de que, 2700 años antes de Cristo, el ser humano, en su precaria entonces estructura social, ya veneraba al toro; estos vestigios fueron encontrados en la antigua Grecia, cuna de la civilización. Dato que por mi afición a los toros desde hace 50 años, ya conocía, pero no dejó de darme gusto ratificarlo en el Museo Británico.

La sorpresa que me hizo andar por el resto del museo como pavo real fue encontrar imágenes de piezas en cerámica, plata y bronce del toro como símbolo de admiración del imperio persa en el noroeste de Irán. Otra vez el toro como culto y adoración del ser humano.

En esta última década de debate estéril entre gente a favor de la cultura taurina y gente que, por su desconocimiento histórico y falta de cultura, pretende que esta tradición sea erradicada de nuestro país; uno ha escuchado cualquier cantidad de barrabasadas, incluyendo que este rito, no es apto para todos por la simple razón que hay en quienes no genera emoción alguna, que es tan antiguo que debería de ser eliminado.

Esta simpleza pone en contexto el nivel de quienes se consideran más “avanzados” como personas por colocarle un suéter a un perro o dormir con un gato. Lo cual, aclaro, me parece bien, son animales de compañía que brindan cariño de una manera muy especial, pero que a la vez en algunos casos se convierte en refugio de quienes evaden lo complejo que pueden llegar a ser las relaciones humanas.

Hay quien no entiende que la tauromaquia es un rito, cuya manifestación en vivo despierta emociones únicas a quienes tenemos el privilegio de sentirlas, ojo, no es la emoción que proviene del sadismo o la sangre, es la emoción estética de dos cuerpos entrelazados danzando con la muerte, sintiéndose vivos. El toro, que representa el poder indómito de la naturaleza, la máxima expresión de belleza animal, proporción física, arrogancia y la fuerza que puede terminar con el humano en un segundo, como la naturaleza cuando nos azota con sismos, incendios o inundaciones, el hombre queda indefenso. El torero, representa la capacidad del ser humano de pensar y utilizar su inteligencia para dominar el planeta y enaltecer sus bondades naturales, acompañado esto del valor que sólo los elegidos poseen.

Salí consternado con mi querido México. Me preocupa que políticos y jueces no sepan ver la importancia de mantener las tradiciones artísticas, culturales y sociales con orgullo. Que piensen que eliminar nuestras raíces nos convertirá en un país más civilizado, cuando son precisamente los países más civilizados los que se aferran con fuerza a su historia, con orgullo asumen errores y virtudes, avanzando a buscar para quizá nunca encontrar el punto óptimo de convivencia humana.

Inglaterra es un país educado, orgulloso y civilizado. Con muchos problemas, supongo, con desigualdad e injusticia pero con honor que el respeto a su identidad genera como motor hacia un mejor futuro para todos.

Twitter: @rafaelcue

*Artículo escrito para el diario El Financiero, reproducido por voluntad del autor en Intelisport.